Ha llovido mucho desde que, en el año 2005, naciera Bcnpress. Han sido 17 años de crecimiento como empresa, pero por encima de todo han sido años de maduración profesional y personal. Poco tiene que ver la comunicación de aquella etapa previa a la eclosión de las redes sociales con el complejo panorama actual. Llevamos años repitiendo a nuestros clientes que no pueden quedarse al margen de los cambios. Ahora nos tocaba aplicarnos a nosotros ese mismo consejo: había que adaptarse. No quedaba otra opción: el inmovilismo es un cáncer para cualquier empresa, pero es especialmente letal para una agencia de comunicación.
Basta con decir que, en el año en que nació Bcnpress, no existía Twitter, ni Instagram, ni por supuesto Tik-tok. Incluso Facebook era poco más que un proyecto pionero de un alumno de Harvard. Eran los años de la prensa, las revistas corporativas, los gabinetes de prensa.
Durante estos años hemos asistido al espectáculo de la comunicación mutando hasta quedar irreconocible. ¿Queda algo de aquellos años? Sí, un elemento crucial: la necesidad de formular un mensaje de la manera más clara y atractiva posible. Y la de difundirlo a un target identificado y preciso. Así que podríamos decir que la esencia de la comunicación no ha cambiado: han cambiado los canales.
También ha cambiado, claro está, la manera de consumir información. Nuestra atención se ha fragmentado; la televisión – aunque sigue siendo un medio tremendamente potente – ya no es ese poderoso monstruo todopoderoso. Las redes sociales tienen poder para generar crisis, para derribar gobiernos, para arruinar carreras de prestigio. Pero son también un magnífico canal para dialogar con los usuarios, para interactuar con ellos, para conocer sus gustos. Sencillamente, las empresas no pueden renunciar a las redes sociales. El silencio ya no es una opción, porque la sociedad tiene canales para interpelar a las marcas, y estas no pueden hacer oídos sordos como quien oye llover.
La famosa era digital ha hecho innecesario el adjetivo, porque todo es digital. También el concepto de ‘nuevas tecnologías’ ha quedado obsoleto, por la sencilla razón de que el mercado expulsa a las ‘viejas’ tecnologías. Incluso los soportes tradicionales, como el papel, necesitan de los canales digitales para ampliar su alcance, o incluso son publicados en formatos digitales, donde a menudo inician su verdadero recorrido.
Era el momento.
Debíamos cambiar y debíamos hacerlo ya.
Pero no ha sido un simple cambio de marca: Beat content es la punta del iceberg, el resultado de años acumulando conocimientos sobre los nuevos canales, experimentando con ellos, y lo más importante: escuchando a los profesionales más jóvenes, los que han crecido ya en el nuevo paradigma.
Por otro lado, era una tentación ir al otro extremo: apostar únicamente por ‘lo nuevo’, como si la propia novedad fuera suficiente por si sola. No. La experiencia acumulada en el camino es un tesoro que regamos y cuidamos. Es imprescindible recordar que en el centro de la comunicación sigue estando el mensaje: aquello que realmente queremos decir. La historia que queremos contar. Sin un buen mensaje, no hay canales exitosos y las marcas quedarán abocadas a la mediocridad.
En Instagram, la red de moda – recordemos: de momento –, sólo se habla de reels. Es la palabra del momento. Pero no hay reel que pueda capturar la esencia de una marca si detrás no hay un discurso atractivo, una historia por contar, un producto que vale la pena.
En Beat content sabemos contar historias. Lo llevamos en la sangre. Nos surge como algo espontáneo y natural, porque absolutamente todo el equipo sin excepción lleva toda la vida contando historias, vistiéndolas con el mejor traje, el diseño idóneo, el envoltorio adecuado. Pero historias al fin y al cabo.
Y ese es el gran secreto de la comunicación, el más sencillo y el más complicado a la vez: “cuenta una buena historia. Y cuéntala bien”. Funciona desde que el ser humano tiene la capacidad de comunicarse. No hay líder mundial que no domine este arte.
Nada más. Y nada menos.